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Nuestra energía personal es todo lo que tenemos. Cuidarla y recuperarla es vital para llevar una vida equilibrada y saludable.

¿Se ha usted planteado alguna vez por qué hay días en que tiene una energía enorme y otros, en cambio, anda como casi arrastrándose por la vida?Acostumbramos a creer que cuando nos sentimos sin pilas, es porque no hemos realizado una adecuada gestión del tiempo, y, en parte, es cierto.

Pero antes de implementar cualquier método de administración temporal, hemos de ser conscientes del poder de nuestra propia energía personal y la importancia de saber canalizarla porque si no ninguna herramienta, por eficaz que pueda parecernos, nos funcionará.

 

Tabla de contenidos

Vamos por pasos. Cuando hablamos de energía vital, ¿a qué nos estamos refiriendo?

A la propiedad inherente al ser vivo, a la esencia vibratoria de la vida que fluye por nuestro cuerpo a través de unos canales específicos y nutre todo a su paso, apoyando la vida en el cuerpo.

O como decía Hahnemann:

«Entidad inmaterial e imperceptible constituyente del ser humano, que anima a todo el organismo (cuerpo material), formando una unidad indivisible con él, manteniéndolo en salud y curando las enfermedades (mediante una ayuda terapéutica adecuada)».

Cuando la energía fluye libremente, nos sentimos felices y sanos, pero cuando los canales están obstruidos y no dejan pasar el flujo, sentimos fatiga, malestar e irritabilidad.

En definitiva, el ser humano ha de procurar regular su energía para gestionar mejor el tiempo y rendir más, ya que está sobradamente comprobado que, cuando realizamos cualquier actividad a pleno rendimiento y en condiciones vitales óptimas, la calidad de resultado es excelente.

 

Pero, ¿cuál es, entonces, la causa del desgaste energético?

La principal es el llamado agotamiento emocional, que se produce cuando se da un desbalance entre lo que damos y lo que recibimos, así como cuando estamos expuestos a una sobrecarga de responsabilidad. La sintomatología suele ser un enorme cansancio mental y una gran fatiga física, que solemos describir como «no puedo con mi cuerpo, ni con mi alma», y así es literalmente.

La pena es que pocos se toman el tiempo de escuchar su cuerpo. La gran mayoría viven en la ilusión de ser superhéroes que pueden con todo, hasta que un día, tras un proceso de incubación lenta, colapsan y tocan fondo. Entonces sí buscan ayuda, pero no saben que salir de ese estado de crisis es mucho más difícil que actuar a tiempo. Por eso en, este artículo, voy a tratar de identificar las principales causas del desgaste energético y las mejores pautas para combatirlo.

 

¿Qué nos drena la energía?

1. La prisa.

Hoy, estamos enfermos de prisa. Vivimos como si el mundo estuviera a punto de acabarse. Vivimos, pese a estar exhaustos, corriendo hacia adelante porque, además, hemos aprendido a autoexplotarnos: «siempre se puede más». No sabemos saborear el tiempo; lo queremos consumir a borbotones, como si se nos escapara la vida. Parece que nos hemos olvidado de que somos nosotros los que hemos de elegir el ritmo que queremos imprimir a nuestra vida.

«Tanta prisa tenemos por hacer, escribir y dejar oír nuestra voz en el silencio de la eternidad, que olvidamos lo único realmente importante: vivir».

Robert Louis Stevenson

 

2. La pronto manía.

Nuestra vida cotidiana está circundada por un griterío visual y auditivo. Vivimos de sobresalto en sobresalto, expuestos a un exceso de estímulos que requieren atención. El celular (WhatsApp, Twitter, Instagram o Facebook) nos recuerda a cada instante, con sus ridículos sonidos, que acaba de sonar una alerta a la que no podemos dejar para luego.

Todo es importante, trascendental, necesario. Ahora mismo. Al instante. Está en nuestras manos silenciar lo externo para reencontrarnos con nosotros.

«La vida no te está esperando en ninguna parte, te está sucediendo. No se encuentra en el futuro como una meta que has de alcanzar, está aquí y ahora, en este mismo momento, en tu respirar, en la circulación de tu sangre, en el latir de tu corazón. Cualquier cosa que seas es tu vida y si te pones a buscar significados en otra parte, te la perderás».

Osho

 

3. La lucha por el control.

Preocuparnos por lo que no podemos controlar es absurdo. Queremos controlar lo incontrolable. Necesitamos trabajar la aceptación de la vida tal cual es, pues resistirnos a ella, luchar contra las situaciones que no se pueden cambiar, implica un esfuerzo adicional y consume una gran cantidad de energía. Hemos de centrar nuestra vida exclusivamente en nuestra área de control.

 

4. El desorden.

El desorden en los espacios que habitamos es señal de desorganización en nuestro mundo Permanecer saturado de objetos, significa estar saturado de ideas y proyectos sin resolver.

El desorden lanza un mensaje de confusión interna, falta de estructuración y falta de definición. Por eso es importante siempre comenzar por trabajar nuestro orden de espíritu teniendo una jerarquía de valores y prioridades y luego establecer acciones a medida que mejora nuestra armonía en la vida.

 

5. Las expectativas.

Las expectativas definen «cómo debería ser nuestra vida» y están basadas en creencias personales sobre los sucesos que pueden ocurrir o no. Nunca se cumplen como esperábamos, lo cual nos lleva a la frustración, el desengaño y la desilusión (satisfacción = realidad – expectativas).

Al final, las expectativas nos hacen perder la independencia y el disfrute del momento presente. Para evitar todo esto, solo hay una fórmula: vivir el aquí y ahora, aprender a manejar la realidad cuando ocurre y aprovechar las oportunidades que la vida nos ponga delante.

 

6. La ayuda no requerida.

Ayudar a quien no quiere ser ayudado es como regalar gafas a quien no quiere ver. Simplemente, no las usará. Es probable que ni siquiera valore nuestra ayuda y el esfuerzo o tiempo que hemos invertido e incluso puede llegar a molestarse considerando nuestros gestos como una intromisión en su intimidad.

Hemos de ser conscientes de que nuestra ayuda tiene límites, unos límites que a menudo pone la otra persona. No demos más de lo que el otro nos pide.

 

7. Las personas tóxicas.

Muchas veces, permitimos entrar en nuestro círculo más íntimo a los chismosos, a los envidiosos, a gente autoritaria, a los psicópatas, a los orgullosos, a los mediocres, en fin, a gente tóxica, a personas equivocadas, que permanentemente evalúan lo que decimos y lo que hacemos, o lo que no decimos y no hacemos.

Estas personas no solo lesionan a los demás emocionalmente, también son una amenaza para la salud. Cada cual tiene el poder de elegir quién quiere que entre o salga de su vida.

 

8. Los hábitos insanos.

No dormir lo suficiente; alimentarnos a base de azúcar refinada, grasas hidrogenadas y trans o productos procesados; consumir alcohol; el sedentarismo, el aburrimiento…

 

¿Qué nos recarga la energía?

Lo primero es pensar en nuestra energía como un recurso limitado, como si fuera dinero en una cuenta. Todos comenzamos el día con una cierta cantidad para usar, que varía de persona a persona dependiendo de factores como edad, sueño, niveles de estrés, salud y estilo de vida.

Ahora bien, a través del día ocurren múltiples transacciones (actividades) y vamos retirando o depositando energía en nuestra cuenta. Es cierto que no siempre podemos tener control sobre las actividades que agotan nuestra energía, pero sí podemos tomar medidas para depositar más en nuestra cuenta.

 

1. Mis 20 minutos.

Es fundamental dedicarnos tiempo a diario para estar con nosotros y recuperar la energía perdida. Lo ideal es convertirlo en un ritual diario, en el mismo lugar y a la misma hora. Se trata de un tiempo de reconectar con nuestra propia esencia en el silencio con ánimo de relajarnos, meditar y miranos por dentro. De esta forma, viviremos en presente y podremos prevenir los niveles de estrés y la ansiedad.

 

2. Hablarse lindo.

Hemos de observar nuestra mente, nuestro diálogo interno: ¿qué nos decimos? Cuando sólo escuchamos una voz crítica, implacable y devastadora —que nos paraliza y nos vuelve incompetentes— hemos de comenzar a decirnos palabras generosas, de cariño, de afecto y de gratitud.

Una buena fórmula es al levantarnos por la mañana pensar en la palabra con la que queremos vivir ese día.

 

3. Botar la basura emocional.

A lo largo del día, acumulamos enfados, preocupaciones, quejas, frustraciones, que hemos de aprender a purgar para prevenir que se conviertan en resentimientos, ira, rencor, insatisfacciones…

En otras palabras, los grandes drenajes que incluso nos exponen a sufrir un colapso emocional. Una buena fórmula es anotar en un papel las cosas que ocupan un lugar y ya no tienen razón de estar ahí. Veremos que si lo hacemos asiduamente nos sentiremos más ligeros y con más espacio.

 

4. Tener salvavidas.

Nos ayuda mucho hacer algo significativo cada día. No tiene por qué ser algo grandioso, sino algo que nos apasiona, algo que disfrutemos, aunque sea tan simple como cocinar una comida saludable o escuchar una canción favorita. Poner esfuerzo en las cosas que más nos importan nos ayuda a usar y reservar la energía en maneras que nos dan satisfacción.

 

5. Respirar.

La respiración tiene un efecto increíble como calmante o agente liberador de la tensión. Hemos de saber que la ira, la ansiedad, el miedo, el estrés y la ansiedad contribuyen casi automáticamente a una respiración superficial, y cuando nos sentimos así hemos de parar y respirar profundamente varias veces para volver a tomar el control de nuestra vida.

 

6. Un NO a tiempo.

Si anteponemos los deseos de los demás siempre antes que los nuestros, no podremos gestionar nuestros asuntos, lo cual nos llevará a una vida insatisfecha, en la que no tendremos espacio para nosotros mismos.

Sé que muchas personas piensan que dedicarse tiempo es egoísta porque son ratos que podría invertir en los demás. Pero no es así. Nuestro bienestar psicológico y físico depende de nuestra capacidad de disfrute, para lo cual muchas veces hay que saber decir un no a tiempo.

 

7. Dividir el propósito en metas cortas.

Esta es una buena práctica para gestionar la energía personal y, además, el Cuando se tiene la percepción de que el tiempo planificado para realizar una actividad es muy amplio, se suelen buscar actividades que no suelen tener relación alguna con el proyecto o resultado.

Estas, más bien, son actividades distractoras de tiempo y de energía. Al establecer metas más cortas en tiempo, por ejemplo, 3 a 4 horas, el enfoque cambia, y se obtienen resultados más inmediatos.

 

8. Trabajar en el estado de flujo: 20 + 32 + 17.

Para iniciar o retomar cualquier actividad hemos de comprometernos a hacerla durante 20 minutos. Cuando entremos en estado de flujo, estaremos a tope de productividad, y lo hemos de aprovechar 32 minutos más.

Un ciclo productivo ininterrumpido de trabajo dura 52 minutos. Al acabar el ciclo de trabajo anterior, hemos de descansar por alrededor de 17 minutos. Y luego podemos volver a repetir el ciclo.

 

9. Tener socios vitales.

Nos recarga mucho las pilas contar con personas que confían en nosotros, que nos respetan, que escuchan los silencios y adivinan lo qué ocurre en nuestro interior con tan solo Nos conocen al detalle y, a pesar de todo y sobre todo, siguen a tu lado.

Son la sinceridad y la transparencia en persona. Son la luz al final del túnel, el apoyo durante el camino y el hombro en el que depositar nuestras lágrimas o penas. Seleccionemos bien nuestros socios vitales.

 

10. Buscar la excelencia, no la perfección.

El perfeccionismo es una forma de sufrimiento que nos aboca a valorarnos solo por lo que logramos. La excelencia, en cambio, parte de una buena autoestima y de un sentimiento de superación constante. La perfección no es la búsqueda de la excelencia, es la búsqueda de lo inalcanzable.

Es la creencia de que a menos que no sea perfecto no soy lo suficientemente bueno. En la búsqueda de lo perfecto, negamos ver las cosas como son, e insistimos en vivir una ilusión que no existe, fuera de nuestro alcance.

En cambio, la lucha por la excelencia nos motiva; luchar por la perfección es desmoralizante. Quienes persiguen la excelencia, no compiten contra nadie, no anhelan lo que otros logran. Se limitan solo a superarse a sí mismos siendo sus únicos referentes para alcanzar así su máximo potencial.

Por Maryam Valera.