Una de las mayores preocupaciones en la realidad corporativa actual es lograr ser excelentes presentadores. Mas que “enamorar” al público presente, es tener la capacidad para prestar atención a sus necesidades. Al salir de estas presentaciones, los asistentes deben sentirse “motivados” y «comprendidos». Por lo que, a la hora de hacer presentaciones poderosas, más importante que el carisma es la presencia.
A menudo se siente temor de no poder ser grandes presentadores porque se asume no tener carisma: ¿Quién escucharía una presentación «seca» y recordar lo que se dice? ¡Qué equivocados están!
Lo que necesitan en su lugar es presencia. La presencia está al alcance de cualquier presentador, especialmente aquellos en campos altamente técnicos o «secos».
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Es fundamental entender que el carisma y la presencia son diferentes.
El carisma implica irradiar un cierto magnetismo, en el que otros se sienten atraídos hacia uno. Los políticos lo tienen en abundancia, al igual que los actores. Pero aquí está la trampa, porque el trabajo del presentador no es hacer que el público le guste, sino más bien transmitir el mensaje. De hecho, si el público está demasiado centrado en la persona, puede perder su punto de vista.
Según numerosos estudios, la emoción es un componente básico para recordar el contenido. Un oyente debe conectarse emocionalmente a lo que escucha para recordar lo que dice el presentador. Simplemente, recordamos más vívidamente los acontecimientos en nuestras vidas en los que fuimos más impactados emocionalmente.
El carisma en realidad puede apagar nuestra respuesta emocional. De acuerdo con la Judge Business School de Cambridge en Inglaterra, un presentador carismático llamará toda la atención y posteriormente podrá «suprimir» las reacciones emocionales de los oyentes. Como resultado, será menos probable que el público recuerde la presentación de un presentador carismático. Tal vez recuerden que les gustó el presentador, pero probablemente no recordarán lo que dijeron.
¿Cuántas veces hemos escuchado a un presentador cautivador y luego no se ha podido recordar los aspectos más importantes de su mensaje?
Aquí es donde entra la presencia: simplemente la capacidad de estar plenamente presente con la gente en la sala y el mensaje que se le está entregando. La presencia es esencialmente lo inverso del carisma. Mientras que el carisma se centra en el presentador, la presencia se centra en el público. La presencia se trata de dar algo valioso a la audiencia, no simplemente una experiencia “encantadora”.
La idea es entender que puede que seas la persona más inteligente en la sala donde estás dando tu presentación, pero debes ejercer el poder que el conocimiento te da sabia y humildemente. Nunca debes ver una presentación como una oportunidad para mostrar lo brillante que eres. El público debe irse pensando: «pasar tiempo en esta presentación fue un verdadero regalo. Estoy armado con ideas y herramientas para ayudarme a tener el éxito que no tenía antes».
Por lo que la presencia es fundamental para poder entregar contenido valioso y relevante. Los presentadores que son capaces de estar plenamente presentes con su audiencia lucen menos nerviosos y más efectivos.
¿Cómo es la presencia?
- La atención del orador se centra en el exterior: en si el público entiende el mensaje.
- Pensar activamente en sus palabras mientras habla. Esto es lo opuesto a la memorización, que inhibe la presencia. Incluso cuando el presentador lee un guion, está pensando en sus palabras mientras las lee.
Por supuesto, esto es más fácil decirlo que hacerlo. A menudo, cuando uno está a punto de hablar, la mente ansiosa aleja al presentador del momento presente. O su mente se centra en el futuro, o en otras experiencias del pasado que no fueron tan exitosas.
Recomendaciones para estar plenamente presente:
- Prepárese con presencia: concéntrese en quién estará en la habitación y en lo que necesitan de usted. Diseñe la presentación en torno a las necesidades de la audiencia. ¡Siempre pregunte quién será el público!
- Practique con presencia: cada vez que practique, apunte a centrarse aún más en dirigir el mensaje a una audiencia, incluso si esa audiencia es imaginaria. En el momento en que sienta que está entrando en “piloto automático”, deténgase y reinicie la frase.
- Ubique la mente en el presente: justo antes de que se levante para hablar, tómese un momento para anotar todo lo que le impide estar presente y deje el papel a un lado: experiencias negativas, ansiedades por falta de preparación, temores de la reacción del público, próximas reuniones y otros pensamientos que distraen. Así ayuda a la mente a reenfocarse en la tarea actual.
- Consiga su cuerpo presente: justo antes de hablar tomase 15 segundos para abrir su postura, a fin de decirle al cerebro que es hora de estar plenamente presente con la audiencia: si está sentado, las manos están delante, encima de la mesa. Los hombros están de vuelta y relajados. La respiración es tranquila y usted está mirando a las personas. Cuando cambie a una postura abierta, señale a su cerebro: «Estoy listo para estar presente con el público» y automáticamente se sentirá menos nervioso.
- Comience con presencia: antes de hablar, tómese un momento para respirar y mire directamente a su audiencia. A continuación, comience con una declaración: por ejemplo, «cada uno de ustedes en esta sala…» o «quiero compartir una historia con ustedes sobre el poder de…» Esto inmediatamente indica al cerebro que se está enfocando en la audiencia.
- Hable con presencia: mientras usted habla, dirija su energía hacia los individuos en la sala. Mira a una persona a la vez. Concéntrese en asegurarse de que cada persona que escucha entiende completamente su mensaje.
Todo el mundo puede aprender a cultivar la presencia, especialmente los introvertidos: deje de preocuparse por su simpatía y céntrese en lo que realmente importa, que es ayudar a su audiencia. De esta manera logrará convertirse en un presentador magistral, aunque no tenga carisma: lo que necesita es presencia.