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El entorno físico del lugar de trabajo tiene un efecto significativo en nuestra forma de trabajar. Cuando nuestro espacio está desordenado, nosotros también lo estamos.
Esto es cierto desde una simple perspectiva logística: perdemos valiosos minutos de trabajo cada vez que buscamos un papel perdido en un escritorio desordenado.
Lo mismo ocurre con los que hemos conseguido prescindir del papel en el trabajo: una encuesta internacional demostró que los trabajadores de la información pierden hasta 2 horas a la semana buscando infructuosamente documentos digitales perdidos.
Pero el desorden también puede afectarnos de forma más indirecta.
Diversas investigaciones han demostrado que nuestros entornos físicos influyen significativamente en nuestra cognición, emociones y comportamiento, afectando a nuestra toma de decisiones y a nuestras relaciones con los demás.
Los espacios desordenados pueden tener efectos negativos en nuestros niveles de estrés y ansiedad, así como en nuestra capacidad de concentración, nuestras opciones de alimentación e incluso nuestro sueño.
Gran parte de esas investigaciones sobre el orden y el desorden se centra actualmente en el hogar, pero con el estrés en el lugar de trabajo que cuesta a las empresas estadounidenses hasta 190.000 millones de dólares cada año sólo en costes de atención sanitaria.
Es hora de reconocer el papel que desempeña el desorden en nuestra vida laboral, y de hacer algo para limpiar el desorden.
El desorden afecta a tu cerebro y a tu trabajo
Puede que pienses que no te molestan los archivadores abarrotados o los montones de papel en tu escritorio.
Pero los científicos del Instituto de Neurociencia de la Universidad de Princeton han utilizado la IRMf y otros métodos para demostrar que a nuestro cerebro le gusta el orden, y que los constantes recordatorios visuales de desorganización agotan nuestros recursos cognitivos y reducen nuestra capacidad de concentración.
También descubrieron que cuando los participantes eliminaban el desorden de su entorno de trabajo, eran más capaces de concentrarse y procesar la información, y su productividad aumentaba.
Un estudio sobre los efectos del desorden en el hogar reveló que los individuos que se sentían abrumados por la cantidad de “cosas” en sus casas eran más propensos a procrastinar.
Otras investigaciones han demostrado que…
Un entorno doméstico desordenado desencadena estrategias de afrontamiento y evasión que implican picar chatarra y ver la televisión.
Aunque no sabemos si esto se extiende al lugar de trabajo, es posible que las oficinas desordenadas produzcan empleados que tomen malas decisiones alimenticias durante las pausas y pasen menos tiempo trabajando.