Según la Neurociencia y la Psicología, las personas se quejan entre 15 y 20 veces por día promedio. En teoría, quizás no parece tanto. Pero si trabajas con un quejoso crónico, sabes que esas “pocas” veces tienen un efecto multiplicador que no conduce a ninguna parte. Porque la queja es como una mecedora: no te lleva aninguna parte.
En su libro “¡Deja de refunfuñar!”, la coach y speaker Christine Lewicki afirma que si bien se presentan situaciones que dan buenas razones para quejarse, hay otras estrategias para expresar lo que uno considera que no está bien -o que puede estar mejor- desde una perspectiva constructiva.
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Las consecuencias de quejarse por todo:
Se deterioran los vínculos:
Ante cada queja “compartida” con otros, se ven involucradas las neuronas-espejo, por lo que la influencia negativa se contagia a los demás, aunque no quieran. Estas conexiones neuronales, empáticas por naturaleza, son particularmente sensibles a la onda expansiva de la queja que no para.
Se genera una adicción.
Muchos dicen que la queja es una simple descarga de frustraciones, pero cada comentario con ese tono y contenido de desánimo genera un patrón de desgaste y desazón. Como se sabe, los comportamientos se refuerzan con la práctica. Entonces, hay que vencer la tentación de quejarse, sea por iniciativa propia o ajena, para evitar caer en ese círculo vicioso. Lo recomendable es buscar soluciones o, simplemente, mantenerte en silencio.
Se perjudica el “cableado” cerebral.
Una investigación de la Universidad de Stanford (Estados Unidos) concluyó que quejarse de manera constante va atrofiando el tamaño del hipocampo cerebral, área que se encarga de la habilidad del razonamiento que ayuda a resolver de manera práctica los desafíSi el cerebro -de una persona o de una organización- cede siempre al impulso de la queja automática, en el corto plazo deja de producir resultados positivos, buscar alternativas y crear soluciones.
¿Cómo dejar de ser un quejoso crónico?
Enfócate siempre en la solución :
Así como acostumbraste tu mente para que funcione con un patrón de queja en modo automático, puedes re-programarla. Generalmente, si has sido quejoso durante mucho tiempo, te terminarás convirtiendo en alguien con pensamientos catastróficos, ya que tu dinámica de pensamiento se basa en prejuicios y suposiciones, que se traducen en un tono de expresión que deja ver tu emocionalidad alterada en estado puro. Para revertirlo, tienes que enfocarte en buscar la solución a aquello que te aqueja. Una vez que adquieras el hábito encarar así los problemas y desafíos, el margen de queja irá disminuyendo en manera proporcional.
Plantéate escenarios alternativos:
Si al principio te cuesta enfocarte inmediatamente en buscar una solución a lo que te contraría, prueba una dinámica gradual que te permita visualizar alternativas. Hacerte preguntas puede ser de gran ayuda: “¿De qué me estoy quejando?, ¿cuál es el motivo de fondo de mi queja?, ¿para qué me sirve quejarme?, ¿qué alternativas tengo?”. Eso te va a ayudar a encauzar una nueva forma de comportamiento menos nociva para ti para tu entorno.
Aplica la técnica STOP:
Cuando veas asomar la queja en tu mente o en la punta de tu lengua, aplica la técnica del entrenador en mindfulness Tim Gallwey, muy efectiva también para gestionar la ansiedad, el estrés y el enojo. Stop se traduce como: parar, pensar, observar y actuar. Esto te permite ganar tiempo para considerar la posibilidad -seguramente cierta- de que las cosas no son como crees y así dejes de actuar de manera reactiva.
Es una herramienta para contra-argumentar tu propio modelo mental. Al llevarte a una instancia de análisis más serena y profunda, el impulso quejoso queda en un segundo plano. Si lo practicas de manera constante, te aseguro que es posible no sólo reducir sino directamente eliminar la queja crónica.
Y te pregunto: ¿hoy de qué te quejas? Respira profundamente y hazle STOP a esos pensamientos.
Por Albertina Roche, Consultora Intelectum.