En julio de 1968, se introdujeron cuatro parejas de ratones en un hábitat. El hábitat era un corral metálico de 9 pies (2,7 m) con lados de 4,5 pies de altura (1,4 m). Cada lado tenía cuatro grupos de cuatro “túneles” verticales de malla metálica. Los “túneles” daban acceso a cajas de anidación, tolvas de comida y dispensadores de agua. No había escasez de comida ni de agua ni de material para anidar. No había depredadores. La única adversidad era el límite de espacio.
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Al principio, la población creció rápidamente, duplicándose cada 55 días.
La población alcanzó los 620 ejemplares en el día 315, tras lo cual el crecimiento de la población disminuyó notablemente, duplicándose sólo cada 145 días. El último nacimiento que sobrevivió fue el día 600, con lo que la población total fue de tan sólo 2.200 ratones, a pesar de que el montaje del experimento permitía hasta 3.840 ratones en términos de espacio de anidación.
En el periodo comprendido entre el día 315 y el 600 se produjo una ruptura de la estructura social y del comportamiento social normal. Entre las aberraciones en el comportamiento se encontraban las siguientes: expulsión de las crías antes de que se completara el destete, heridas a las crías, aumento del comportamiento homosexual, incapacidad de los machos dominantes para mantener la defensa de su territorio y de las hembras, comportamiento agresivo de las hembras, pasividad de los machos no dominantes con aumento de los ataques entre ellos que no se defendían.
Durante este periodo las hembras dejaron de reproducirse. Los machos se retiraron por completo, no participando nunca en el cortejo ni en las peleas y dedicándose únicamente a las tareas esenciales para su salud. Comían, bebían, dormían y se acicalaban, todas ellas actividades solitarias. Estos machos se caracterizaban por tener un pelaje liso y sano y por la ausencia de cicatrices. Fueron apodados “los bellos”. La cría nunca se reanudó y los patrones de comportamiento cambiaron permanentemente.
Las conclusiones que se extrajeron de este experimento fueron que cuando se ocupa todo el espacio disponible y se cubren todos los roles sociales, la competencia y las tensiones experimentadas por los individuos darán lugar a un colapso total de los complejos comportamientos sociales, lo que acabará provocando la desaparición de la población.”
En el fondo somos animales
Una de las lecciones que se pueden extraer de esto es que las situaciones humanas no son diferentes. En el fondo somos animales. Cuando las cosas son abundantes, es fácil llevarse bien. Sin embargo, cuando los tiempos se vuelven escasos, nuestra tendencia biológica a la autoconservación se impone. La escasez -real o imaginaria- hace que nuestra mente inconsciente tome el control y reaccione sin razonar. Y cuando reaccionamos sin razonar no somos mejores que otros animales. De hecho, en esos momentos, se nos dice que “nos comportamos como un animal”.
Hemos vivido en una época de abundancia. Al menos hasta ahora…
Por ello es que debemos desarrollar de forma rápida y urgente todo aquello que nos lleve por caminos diferentes hacia la superación de algo que es “supuestamente natural”… como ese comportamiento de los ratones. Y para ello necesitamos espacio para pensar, estructura para actuar, humildad para aprender, entre otras…
Es resumen, necesitamos CONTROL Y PERSPECTIVA…. y ¿dónde he escuchado eso anteriormente?