fbpx

Los neurocientíficos lo han confirmado una y otra vez: Nuestros cerebros son muy inteligentes. Tan inteligentes y entrenados que no pueden distinguir entre la realidad y lo que imaginamos. ¿Alguna vez te has despertado de una pesadilla sudando? No era real, a pesar de que tu cuerpo tuvo una reacción fisiológica a ella y activó el “modo de pánico”. ¿Alguna vez imaginaste morder un limón? Inmediatamente haces un gesto de dolor y salivas aunque no haya jugo de limón en tu boca. ¿Alguna vez te preguntaste qué aspecto tiene en realidad el “resultado esperado”?

 

Tabla de contenidos

Con esto en mente…

La sugerencia de David Allen de imaginar y visualizar muy claramente cómo se ve el resultado esperado de nuestros proyectos está totalmente adaptada a nuestros inteligentes cerebros. Una vez que sabemos cómo es el “finalizado”, nuestro cerebro entra en acción y se vuelve muy inteligente para llevarnos allí de la manera más eficiente. Obviamente con un poco de ayuda de una Próxima Acción bien definida y debidamente asignada a la lista de Próxima Acción.

Todos los atletas estarían de acuerdo con este principio, ya que un componente de su preparación mental antes de una competencia implica visualizarse en el podio ANTES incluso de ponerse los zapatos. Pueden verse a sí mismos muy por encima de esa barra, incluso antes de empezar a correr hacia ella.

Es una versión del “ritmo futuro” y no sólo sirve para inculcar un sentido de positividad sobre lo que están a punto de embarcarse (ya sea una gran competencia deportiva o un desalentador proyecto de trabajo), que de otra manera podría ser percibido con negatividad, duda o incluso miedo, sino que también ayuda a identificar un “punto final” con el que estarían contentos. Esto te pone un paso más cerca de lograrlo, al saber qué es lo que pretendes y, al mismo tiempo, también te ayuda a sentirte satisfecho y realizado cuando finalmente hayas completado el proyecto.

 

¿Qué te parece si usas este mismo principio al dirigir tu día, en lugar de dejar que tu día te maneje?

Si empiezas el día leyendo tus correos electrónicos, navegando por tu feed de Facebook y comprobando tu cuenta de WhatsApp, dejas que todos estos elementos funcionen e influyan en tu día.

Imagina que te levantas por la mañana y visualizas exactamente cómo será tu día al final… ¿Qué habrás conseguido, hecho, centrado? Si tuvieras esa imagen clara, ¿te permitiría tu cerebro perder el tiempo revisando Facebook, respondiendo a los comentarios y viendo divertidos vídeos en YouTube? No, ¡no lo creo!

Llevemos la idea de David al siguiente nivel y no sólo usemos “resultados esperados” para nuestros proyectos terrenales, sino para cada día de nuestras vidas. Podría marcar una gran diferencia no sólo en lo que consigas, sino en tu sentido general de felicidad y realización.

 

Entonces, ¿cómo se ve “completado” para ti hoy?

 

Por Gundula Welti.